i refuse the question and i just did.
¿Estoy preparado para asumir que llegará una época que no comprenderé?
Como no sé comenzar nada sin justificar mi propia acción, me explico. Me gusta la música y pienso (o pensaba) que me gusta escribir. También me estoy aficionando a cada vez más newsletters, así que la suma da con esta primera entrada. Muchas veces escribiré sobre música (o no) y seguramente no me saldrá una newsletter (o si).
He visto que Pitchfork, The Fader o Rough Trade han sacado sus listas de los mejores álbumes del año 2023, y que muchas personas de manera particular han sacado las suyas. Por algún motivo, en esas listas suceden cosas como que ‘Tracy Denim’ de bar italia está cuatro puestos más abajo que ‘Erotic Probiotic 2’ de Nourished By Time. Ya lo sé, a quién le importa.
Y a eso es a lo que voy porque, primero: erradicaría cualquier criterio o lista jerárquica para ordenar algo tan multicausal como ‘el gusto’; y segundo: todo lanzamiento de una pieza musical se realiza dentro de una virtualidad que ha triturado el tiempo. ¿Qué valor guarda en sí mismo que un álbum se haya publicado en el año 2023? El mejor disco de 2023 para Pitchfork es un trabajo que salió en diciembre de 2022, la Generación Z en TikTok está repopularizando bandas de shoegaze de los noventa y el sello poseedor de los royalties de DMX -fallecido en 2021- lanza música bajo su nombre compuesta por una inteligencia artificial.
Me convence separarme prudentemente del ‘fomo’, el consumo atomizado y superficial y, concretamente, de quien lanza una mixtape de veinticuatro canciones cada tres meses. Sin embargo, la realidad es que he practicado mucho más consumo distraído engorda-minutos en Spotify Wrapped del que me gustaría reconocer. Me dejáis impresionado quiénes habéis sido capaces de hacer una lista de cincuenta mejores discos, porque eso significa que habéis descartado otros más y porque ante todos habéis tenido la pausa y la constancia para haber llegado a meditar en torno a tal cantidad de música. O ese es el proceso que supongo que realizáis.
La última vez que intenté escuchar en el tren camino del trabajo a ML Buch me distraje mirando el mercado de fichajes de La Liga Fantasy, ¿puedo atreverme a decir que es malo o aburrido? Igual dentro de cinco años conecto mi emoción transitoria con lo que esta artista danesa pretende expresar, ahora estoy en otra cosa. Terrible prescriptor.
Las cosas musicales en las que sí estuve en este “2023”, sean del año que sean, fueron estas:
‘MUERTE 2002’, BUNE: Mención de este ‘EP’ por varios motivos, pero por supuesto uno de ellos es que soy agradecido con quien confía mínimamente en mí. Abrazos a BROTE en su conjunto, a Pedro y por supuesto a Bune (<3), agitador de ‘MUERTE 2002’. Cuatro canciones de techno y pop violento, por si estás sintiendo algo por primera vez. Si eres demasiado mayor para eso, te darán la segunda oportunidad de sentirlo como si fuese la primera.
‘HIPERASIA’, EL GUINCHO: La fascinación que viví por Hiperasia durante un intenso lapso de meses fue la suficiente como para considerar que aquí hay una idea musical que merece ser reivindicada. Hiperasia es un trabajo de 2016 que en 2023 está lejos de quedar obsoleto. Un puzzle en el que las piezas muestran una imagen más nítida cuando no se ensamblan. Un musicote tremendo en el que antes de presentar una idea ya está siendo triturada por la siguiente. Una armadura en un cuerpo que a veces no puede soportar su propio peso, y de ahí puede nacer la flaqueza de un disco donde el productor es a la vez intérprete: la falta de impacto.
‘Troye Sivan And The Tyranny Of Taste’: Entender de qué está hecha la música pop en la actualidad pasa por leer la reseña de Katherine St. Asaph sobre ‘Something To Give Each Other’, último disco de Troye Sivan. Si tenemos asumido que la construcción de la identidad artística actual consiste en coser referencias, ‘samples’, guiños e interpolaciones en pro de un relato e identidad propias, en lo adscrito al disco de Troye, las ideas prestadas son una exhibición de buen gusto como fin en sí mismo. La sofisticación (el dinero), impera para disimular los desajustes entre “estilo y sustancia, ambición y realidad”, pero a la vez se pone al servicio de generar una ilusión de exclusividad alcanzable. Señala hacia otros casos como el de Jessie Ware, Beyoncé… a mí me cuesta más pensar quién no encajaría en el perfil.
FUNK MANDELA: Al otro lado del espectro de la estetización de la música, el Funk ‘Mandela’ es un género que no distingue entre bruto y neto. Sus señas son una espontaneidad salvaje y virgen en el sonido y unos diseños que recuerdan a los murales en chapa de las casas del terror de la feria. Las bases son guarras como una mano y las letras huelen a fluidos corporales. Todo está tan espontáneamente realizado que provoca genuina fascinación. Entré en esto después de ver un directo de Fortnite en el que ponen a bailar a Fry de Futurama en un ‘beat’ febril y ya no pude salir. Alberga todos los ingredientes para freírte el cerebro y por eso estarás acostumbrado a escuchar Funk Mandela si tu algoritmo te reporta videos de dialéctica ‘incel’ de Tiktok o playlists de Spotify para ‘gymbros’. Los enterados han incluido en varias listas de mejores discos ‘PANICO NO SUBMUNDO’ de DJ K, estandarte del ‘Mandela’ desde São Paulo.
‘Deftones - Change (Reggeton Edit)’: Alguien mezcló elementos para crear el artefacto sonoro más horny que existe.
PC MUSIC FOREVER: La razón por la que alguien acuñó el término ‘hyperpop’ pone cierre a una era a la cual me siento generacionalmente apegado. Diez años de sello musical con una identidad tan excepcional en la cultura de internet que su clausura es el final de muchas más cosas. Este fin de trayecto plantea cuestiones personales serias: ¿Estoy preparado para asumir que llegará una época que no comprenderé?







